En Algún Lugar


PERDERSE, PERDERSE EN ALGÚN

LUGAR PARA ENCONTRAR....

Febrero 2022 / EdJ

 

PUENTE DE ALCANZORLA

 

Perderse, perderse en algún lugar para encontrarse y no solo a uno mismo, sino a esos pequeños tesoros escondidos que a veces pueden pasar desapercibidos a nuestros ojos, como en el día a día, cuando hay momentos que se nos escapa lo bonito que hay cerca nuestro.

 

Por eso estoy aquí, para compartir con vosotros, en imágenes, esos pequeños instantes que mi cámara recoge y que se encuentran en nuestros municipios, Galapagar y Colmenarejo, al alcance cercano de nuestros sentidos.

 

El “Puente de La Alcanzorla” es uno de esos lugares.

 

Un tesoro levantado entre los siglos IX y XI, emplazado en el paraje conocido como Las Minas.

 

Lo podemos encontrar al final de una callecita (C/ La Encina) en la Urb. Los Jarales, entre Torrelodones y Galapagar.

 

Llegados a ese punto, una pequeña puerta (siempre abierta) nos da paso, a escasos 200 metros, a esta maravilla de la ingeniería musulmana.

 

Este puente sirvió para sortear el paso del río Guadarrama en un camino militar que unía y permitía la rápida comunicación de un sistema de almenaras de vigilancia (Torres de señales luminosas. Quien haya visto “El Retorno del rey” de la trilogía del Señor de los Anillos, puede comprobar el funcionamiento de este sistema) en lo que fue la frontera de los reinos cristianos con el Al-Andalus.

 

De ahí su nombre, ya que Alcanzorla significa luminaria, fuego para dar señal.

 

Dispone de un solo arco dovelado, el cual se apoya sobre un zócalo o zarpa realizado con mampostería de cal.

 

El arco serviría para encauzar las aguas del Guadarrama.

 

Hasta allí me llevaron mis pasos.

Y ya metida en ambiente musulmán, qué mejor que gozar de la compañía de otro tesoro de origen granaíno.

 

Disfruten.

Gacela Primera Del Del Amor Imprevisto

(Diván del Tamarit, 1932-1934)

 

“Nadie comprendía el perfume de la oscura magnolia de tu vientre.

 

Nadie sabía que martirizabas un colibrí de amor entre los dientes.

 

Mil caballitos persas se dormían en la plaza con luna de tu frente, mientras que yo enlazaba cuatro noches tu cintura, enemiga de la nieve.

 

Entre yeso y jazmines, tu mirada era un pálido ramo de simientes.

 

Yo busqué, para darte, por mi pecho las letras de marfil que dicen siempre.

 

Siempre, siempre: jardín de mi agonía, tu cuerpo fugitivo para siempre, la sangre de tus venas en mi boca, tu boca ya sin luz para mi muerte”

 

Federico García Lorca