En Algún Lugar

PERDERSE, PERDERSE EN ALGÚN

LUGAR PARA ENCONTRAR....

Abril 2022 / EdJ

En esta ocasión con La ermita de Nuestra Señora de la Soledad, en Colmenarejo.

Imposible que nuestros pasos no nos lleven una y mil veces hasta allí, y es que nunca se cansa uno de divisar el paisaje desde ese punto.

 

Situada en una zona de máxima protección del Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama, en el camino que une Colmenarejo con el embalse de Valmayor.

 

La ermita de Nuestra Señora de la Soledad fue construida en los años 90 gracias a donaciones de los devotos de la Virgen.

 

Llama la atención el porche porticado y los grabados de los misterios del rosario que rodean el exterior de toda la edificación.

 

Una de las cosas que más llama la atención al llegar a esta zona es el magnífico mirador, que hay al lado de la ermita. Construido sobre una roca de granito enorme, dispone de unas escaleras y una barandilla que nos llevan a una pequeña explanada donde se ubica una gran cruz de granito, un mapa explicativo de la zona y unas maravillosas vistas a la Sierra de Guadarrama.

 

Desde lo alto del mirador podemos ver Las Machotas, el Monte Abantos, el Puerto de Navacerrada, el de La cruz verde y el de La Fuenfría, el Monasterio de El Escorial y La Pedriza, entre otros.

 

Además, la zona de la ermita dispone de un área recreativa, con una gran explanada, zonas verdes y bancos ideales para hacer buenos picnics.

 

Para disfrutar de la ermita en una fecha especial, no dejéis pasar el primer domingo de septiembre, fecha en la que se celebra la Romería en honor a la patrona, momento en el que se traslada la imagen de la Virgen desde la parroquia de Santiago Apostol, en el centro del pueblo, hasta la Ermita.

 

Hasta ahí me llevaron mis pasos, sin lugar a dudas, a uno de los mejores lugares donde perderse y encontrarse en Colmenarejo.

 

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A la Virgen de la Soledad

Jose María Pemán

 

Virgen de la Soledad:

rendido de gozos vanos,

en las rosas de tus manos

se ha muerto mi voluntad.

Cruzadas con humildad

en tu pecho sin aliento,

la mañana del portento,

tus manos fueron, Señora,

la primer cruz redentora:

la cruz del sometimiento.

Como tú te sometiste,

someterme yo quería:

para ir haciendo la vía

con sol claro o noche triste.

Ejemplo santo nos diste

cuando, en la tarde deicida,

la soledad dolorida

por los senderos mostrabas:

tocas de luto llevabas,

ojos de paloma herida.

La fruta de nuestro Bien

fue de tu llanto regada:

refugio fueron y almohada

tus rodillas, de su sien.

Otra vez, como en Belén,

tu falda cuna le hacía,

y sobre Él tu amor volvía

a las angustias primeras...

Señora: si tú quisieras

contigo te lloraría.