Naturaleza


LA JARA PRINGOSA

Mayo 2022 / Juan Antonio Delgado

Profesor Titular del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución

Facultad de Ciencias Biológicas

Universidad Complutense de Madrid

 

Jara pringosa, variedad sin manchas
Jara pringosa, variedad sin manchas

La jara pringosa (Cistus ladanifer) es un arbusto muy resistente capaz de prosperar en suelos pobres en climas semiáridos, alcanzando una altura superior a los 2 metros.

 

Forma parte de los arbustos típicos de los encinares con enebros de nuestra sierra.

 

Las hojas y los tallos jóvenes están cubiertos de ládano, una sustancia pegajosa que es la responsable de su nombre y que reduce las pérdidas de agua durante el verano.

 

El ládano le aporta, además, un olor característico y la hace poco apetitosa para los herbívoros.

 

Las flores son grandes (hasta 8 cm de diámetro) y de color blanco, aunque existe también una variedad con una mancha púrpura oscuro en la base de cada pétalo

Jara pringosa, variedad con manchas o máculas
Jara pringosa, variedad con manchas o máculas

Estas dos variedades conviven en la sierra y se pueden encontrar en la misma población.

 

El número de pétalos de estas flores es de 5, pero en algunos ejemplares aparecen flores con muchos más (de 6 a 10). La floración de la jara pringosa en nuestra zona suele darse entre abril y mayo, existiendo varias semanas de diferencia entre zonas próximas dependiendo de las temperaturas locales debido a la orientación de la ladera o de la altitud.

 

En cada población, la floración suele ser intensa durante dos o tres semanas, pero cada flor no suele vivir más de 24 horas.

 

En este corto periodo de tiempo, es visitada por muchos insectos, incluidas las abejas domésticas, que aprovechan su abundante polen.

 

No existen insectos polinizadores especializados en esta especie y la gama de visitantes florales es muy amplia, predominando las abejas solitarias y los escarabajos.

 

Algunas especies, aunque eficaces polinizadoras, se comen los estambres e incluso los pétalos. Esta especie es fuertemente autoincompatible. Es decir, aunque son flores dioicas (la misma flor tiene estambres y ovario), el polen nunca fecunda los óvulos de la misma flor.

 

Es necesario, por tanto, que el polen viaje de flor en flor, lo que explica que sean tan grandes las flores y generosas en la producción de polen para atraer a los insectos, los cuales intervienen en la polinización.

 

Tras la polinización, llega la producción y maduración de los frutos, visibles a partir de junio. Los frutos son cápsulas con un número variable de valvas de (6 a 10) dependiendo de las divisiones del ovario de la flor.

 

Esta especie es la única de su familia (Cistáceas) con un número variable de divisiones del ovario. De hecho, cualquier variación en el número de compartimentos en una especie es bastante rara.

 

En este caso, además, esta variación se da no sólo entre individuos de la misma población, sino también dentro del mismo individuo. Los estudios realizados sugieren que parte de la variación tiene una base genética por lo que hay individuos que suelen presentar más compartimentos que otros.

 

Sin embargo, entre los varios cientos de ejemplares que he analizado, nunca encontré uno que tuviera todos los frutos con el mismo número de compartimentos.

 

 

Fruto maduro de jara, aún cubierto por los restos de la flor
Fruto maduro de jara, aún cubierto por los restos de la flor

El fruto es verde cuando están formándose las semillas y suele quedar cubierto por los restos de la flor.

 

Cuando está maduro se seca y adquiere un color marrón rojizo. Las semillas se van liberando mediante la apertura de las valvas del fruto.

 

Cada fruto contiene varios cientos de semillas, muy pequeñas, de apenas un milímetro de largo.

 

Durante mi tesis doctoral encontré una media de casi 800 semillas por fruto, aunque en alguno llegué a contar más de 1000. Sólo una pequeña proporción de estas semillas germinará si las ponemos en condiciones adecuadas de humedad.

 

Esto se debe a que las semillas, presentan una cubierta impermeable que les proporciona latencia física, es decir, que impiden su germinación, aunque tengan humedad suficiente. Sólo un 20% carecen de esta característica y germinan de inmediato.

 

Esta latencia es muy importante para entender la ecología de la especie.

 

Aunque las semillas suelen caer al suelo sin más, pueden viajar gracias a los animales. Concretamente, tanto cabras como ciervos consumen los frutos.

 

Las semillas que no han sido masticadas soportan los ácidos del estómago que las liberan de la latencia. De esta forma, llegan al suelo lejos de donde se formaron y preparadas para germinar.

 

Este fenómeno se conoce como dispersión endozoócora y se distingue de la exozoocoria, donde las semillas se dispersan adheridas al exterior del animal.

 

Fruto abierto de jara tras haber dispersado las semillas
Fruto abierto de jara tras haber dispersado las semillas

Pero la latencia juega un papel tanto o más importante en su capacidad para reinstalarse tras un incendio.

 

La jara pringosa, como muchas otras especies de plantas del monte mediterráneo presenta adaptaciones al fuego.

 

De hecho, el jaral se recupera en pocos años después de un incendio. Se trata de una especie que no puede rebrotar cuando se corta o quema, por lo que depende exclusivamente de las semillas para reproducirse.

 

Arde fácilmente y las plantas mueren incluso en incendios de baja intensidad. Pero las semillas germinan rápidamente y pronto el suelo se cubre de pequeñas plántulas.

 

En apenas tres años pueden empezar a producir semillas y así empiezan a acumularse en el banco de semillas del suelo. La latencia de las semillas les permite permanecer en el suelo durante varios años.

 

Allí esperan una señal que indique que es el momento más adecuado para germinar. Una de las señales es que la temperatura del suelo se eleve.

 

De hecho, si sometemos a las semillas de jara a 100ºC durante un minuto, prácticamente todas germinarán, lo que contrasta con el 20% que lo hace cuando no se aplica calor. Es más, aún germinarán la mitad si alargamos la exposición hasta 5 minutos.

 

Esta enorme resistencia permite que puedan sobrevivir al paso del incendio enterradas en el suelo. Tras los incendios, las semillas germinan de forma masiva, encontrándose en un terreno libre de ejemplares adultos que puedan competir con las plántulas.

 

En laboratorio se ha demostrado que, aunque menos eficaces, tanto las cenizas como el humo consiguen desencadenar la germinación, aunque la temperatura no se eleve.

 

Este ejemplar con pétalos con manchas casi rosadas es otro bonito ejemplo de la capacidad ornamental de esta especie
Este ejemplar con pétalos con manchas casi rosadas es otro bonito ejemplo de la capacidad ornamental de esta especie

Los jarales son uno de los matorrales más extendidos y proporcionan importantes servicios ecosistémicos, es decir, beneficios que un ecosistema aporta a la sociedad.

 

Los jarales pueden formar matorrales densos, con pocas hojas, pero llenos de ramas que dificultan mucho el paso. Como comentaron Manuel Martín Bolaños y Emilio Guinea López en su monografía Jarales y jaras (1949), estos matorrales protegen el suelo de la erosión con bastante eficacia. Su propensión al fuego no disminuye demasiado este servicio de protección del suelo.

 

La alta inflamabilidad de esta especie hace que los incendios en los jarales pasen rápidamente dejando a su paso un entramado de ramas carbonizadas. Estas quedan de pie durante bastante tiempo, sujetas por un sistema de raíces superficiales bastante extenso.

 

Estos cadáveres carbonizados siguen protegiendo el suelo de la erosión mientras las pequeñas jaritas que empezaron a germinar lo cubren todo.

 

Además de este servicio de prevención de la erosión en suelos pobres, la jara permite sustentar caza mayor o ganado caprino durante la fase de producción de frutos.

 

Pero presenta, además, bastantes aprovechamientos potenciales. El ládano de la jara ha sido un aprovechamiento tradicional para extraer un fijador para su uso en perfumería.

 

Es decir, una sustancia sin olor, pero que alarga la duración de las sustancias aromáticas del perfume. También se extraen aceites esenciales que sí son aromáticos y se usan en cosmética y aromaterapia. Por su abundancia en muchos lugares de la Península ha tenido muchos usos locales. Por ejemplo, para hacer cisco (o picón) un carbón fino apto para usar en braseros.

 

También se ha usado la madera, que es dura y no se pudre fácilmente, como varillas y clavos en diversas tareas de construcción, desde colmenas a tejados de chozas.

 

Flor de jara pringosa, variedad con manchas y con pétalos extra, diez, cuando lo normal son cinco.
Flor de jara pringosa, variedad con manchas y con pétalos extra, diez, cuando lo normal son cinco.

El magnífico libro “Alimentos de Madrid” de Javier Tardío y colaboradores (2002) destaca el uso como leña para los hornos; el consumo en campo de una resina dulce que puede brotar de heridas en las ramas; y su uso veterinario para desinfectar heridas en el ganado y ayudar a cicatrizarlas.

 

Dada la extensión que tiene este tipo de matorral, se han elaborado bastantes trabajos técnicos para probar la utilidad de la madera como combustible (haciendo briquetas) y de las hojas, una vez liberadas del ládano, para incorporarlo a piensos.

 

Haciéndose incluso estudios de costes para determinar su capacidad productiva.

 

Pero a los usos ya mencionados, podría unirse en un futuro reciente el consumo humano. Tardío y colaboradores recogieron testimonio oral del consumo tradicional de semillas de jara en Madrid.

 

Estas se recogían del fruto seco y se consumían directamente en el campo. Pero también cita una fuente que indica la inclusión de las semillas molidas a harinas de cereal para producir panes y pasteles en Marruecos.

 

Un trabajo reciente en Portugal realizado por David F. Brazão y colaboradores (2022) han aventurado los beneficios nutricionales de estas semillas. Su principal componente son los carbohidratos con un 46%, presentando un contenido en fibra del 20% y una cantidad importante de proteínas, el 16%, con un contenido de grasas del 13%, de las cuales el 74% son insaturadas.

 

Según estos autores, su valor nutricional está cercano a las semillas de chía y al piñón en lo que respecta a su aporte de minerales (potasio, principalmente, pero también fósforo, magnesio y calcio).

 

Un aprovechamiento múltiple podría ser la clave para valorizar este tipo de matorral que cubre grandes extensiones en suelos relativamente pobres y que es capaz de recuperarse por sí mismo tras incendios o cortas.