TENGO FRÍO
02/22 - Ángel Amigo
Cada vez más se extiende la “opinión”. Pero no una opinión formada o informada, sino una opinión desinformada. Todos sabemos de todo, opinamos de todo o lo que es mejor, solucionamos lo de los demás siendo incapaces de solucionar lo nuestro. Hace unas décadas para ser catedrático era necesario saber no solo de lo tuyo sino de todo aquello que tocaba lo tuyo.
Arduos exámenes de oposición que probaban tu saber. Entonces la prudencia abarca todo. Era difícil que alguien se entrometiera en tu conocimiento, en tu campo. De un tiempo a esta parte se está produciendo un fenómeno sin precedentes en la formación académica, lo que denominamos como “especialización”. Los púberes pueden elegir en su currículo académico qué asignaturas aprender con mayor o menor rigor, dependiendo de sus intereses, pensados y dirigidos al mundo laboral.
Estos adolescentes a los que no dejamos conducir, votar en unas elecciones, dar una opinión porque no están formados, a estos que aún no saben ni se imaginan cómo es el mundo de los adultos, les dejamos elegir. Yo mismo he crecido con este fenómeno académico ¡y cuánto lo lamento! Ahora necesito conocimiento básicos que nadie me explica y me veo obligado a acudir a academias que me preparen.
Pues bien, toda esa generación se deja llevar por la opinión, somos la generación de Tolosa , to-lo-sa….bemos. Generación de ignorantes que vamos por la vida sabiendo más que los profesionales. Vamos al médico y lo ponemos en duda, vamos al colegio de nuestros hijos y el profesor, la dirección y todo los que allí trabajan, esto o aquello, vamos a un organismo público y les ponemos en entredicho.
Pobres los reponedores de supermercado, pobres sacerdotes. A todos tenemos algo que decirles, a todos les corregimos y les decimos cómo deben hacer, cuándo y porqué. ¿Cómo es posible que hayamos pasado de agradecer el trabajo de otros a reinventar un pozo de conocimiento que no se fía del rigor de los demás? ¿Qué nos está pasando?
Tengo frío, tenemos frío, nos abrigamos, pero la tensión ya la llevan puesta. Ojalá empiece de nuevo la primavera del saber. Nos relajemos leyendo un libro. Huyamos de Internet que de todo entiende y de nada sabe y dejemos a cada profesional en su profesión ser maestro responsable de sus conocimientos. Pues lo que siempre se ha llamado el “secreto del Arcano”, seguirá escondido en el corazón de cada trabajo, oculto a los ansiosos y abierto a los que ejercen dicho oficio.
Anhelemos el saber, abracemos la prudencia y dejémonos ilustrar cada día por un nuevo conocimiento para que algún día olvidemos la opinión y abracemos la libertad de cátedra, que tanto echamos de menos.