ÓPERA DIDO & AENEAS
Marzo 2022 / Coro Las Veredas Colmenarejo
Como ya anunciamos en el número de febrero de la revista El Escaparate, el sábado 26 de febrero del presente 2022 fue una tarde de fiesta de la ópera en el Auditorio Joaquín Rodrigo de Las Rozas de Madrid, con la participación de nuestro querido Coro Las Veredas de Colmenarejo, junto con un gran elenco de grandes profesionales.
Ese día, los integrantes del coro sentimos el orgullo de ser hijos, padres, esposos y hasta cuñados, cuando nos decían: ¡artista!, ¡bravo!, entusiasmados de nuestro trabajo y nuestro equipo.
Tras el espectáculo, también se recibieron variadas felicitaciones de la familia coral española, tanto de directores corales conocidos, cómo Esteban Urzelaiz, subdirector del Coro Nacional, como de la revista profesional Scherzo, etc.
Diversas personalidades nos agradecieron este espectáculo, incluidas autoridades de Colmenarejo, Galapagar y Las Rozas, quienes nos dieron su sincera felicitación.
Es una gran fortuna personal pertenecer a esta familia coral.
Compartimos con vosotros la experiencia de la ópera DIDO & AENEAS de Henry Purcell de la mano de varios compañeros del coro, con sus artículos “Juntos es posible”, “ La Batalla” o “Cuando fuimos los mejores”.
JUNTOS ES POSIBLE
Eva de Juan
Embarcarte en un proyecto que al principio da vértigo, te hace pasar por un montón de sensaciones donde a veces resulta difícil ver el final.
En ese camino discurres por nervios, incredulidad, estudio, esfuerzo, ensayos, escenas, repeticiones, frustración, más ensayos, días buenos y días donde no lo ves posible.
Pero si algo caracteriza al Coro de adultos de Las Veredas, es su grandísima capacidad de esfuerzo y su voluntad.
Y sobre todo la confianza, confianza en nuestros compañeros, y en nuestro director. Y de él en nosotros.
Porque juntos es como lo hemos hecho posible.
Con los ojos cerrados, los oídos muy abiertos, nuestras voces y muchísimas ganas, nos dejamos llevar hasta conseguir hacer realidad nada menos que una ópera, Dido&Aeneas, de Henry Purcell.
Y así, rodeados de músicos, solistas, técnicos, profesionales, directores, luces, bambalinas, máscaras, trajes, maquillaje, muchos nervios, miradas en oscuro, silencios, abrazos que dan seguridad, respiraciones y corazones latiendo, …nos llevamos a nuestros recuerdos una noche única, mágica e inolvidable.
LA BATALLA
J. C. Arlandis
La Batalla de las Rozópolis, o mis vivencias como “Bajo”, en la Epopeya de Dido & Aeneas (Las Rozas 26/02/2022).
Os voy a relatar historias cercanas de una tribu que vivió a finales del cuaternario, en el altiplano Colmenarejeño.
Allá, a finales de febrero del 2022, se tuvieron que tomar decisiones que han trascendido hasta la época actual. Y espero que sus hazañas os hagan vibrar en vuestros cómodos asientos.
Todo empezó cuando nuestro General Enrique “Leónidas el Veredano” o “Escipión Roceño”, alias “Quique el de las Veredas”, nos embarcó en una nueva aventura más allá de los confines de Colmenarejo, nuestro planeta natal.
Esta vez parecía que el peligro era real. Íbamos a ser expuestos al fuego enemigo, si bien la fecha del desembarco todavía estaba por concretar. Nuestra misión: defender la Villa de Las Rozas de las hordas Cartaginesas y Troyanas que se acercaban comandadas por la reina cartaginesa Dido&el apuesto príncipe Aeneas.
En ese momento a nuestro general le movía una máxima: crecer. Y que en nuestro imperio no se pusiera nunca el sol. Estaba claro que había llegado el momento de expandirse y tenía muy claro que su tribu le iba a responder.
Cuando nos comunicó la situación a la tropa, todos nos miramos con recelo, si bien interiormente se levantó una pasión inusitada (eso se tradujo en que nos quedamos mudos durante segundos).
Como por arte de magia el algarabío apareció y una idea común nos dominó: “si crees en nosotros, nosotros no dudamos". Es más, sin saberlo, habíamos estado entrenando durante años para llegar en plena forma a esta situación.
Acabábamos de pasar el confinamiento “estelar”, en el que todos los domingos, religiosamente, hacíamos incursiones en tierras amigas, no exentas de peligro (las cocheras de Julián de Castro) para sacar nuestra pasión por las gargantas, eso sí, protegidas por escafandras azules, en lugares inhóspitos luchando contra viento, marea y sobre todo frío.
Por tanto, la mente grupal aulló: “dejémonos de incursiones y vayamos a la batalla final, a la madre de las batallas, luchemos con honor o por lo menos muramos en el intento y que cantares gloriosos relaten nuestras hazañas en futuros no muy lejanos”.
¿Carlo Magno, Aníbal, Escipión el Africano…? no, no somos ellos, ni somos 300 para defender el paso de las Termópilas (Rozopolis). Pero los 60 que somos bajaremos a las Rozas para que no pasen las hordas de Cartagineses y troyanas que se atisban por el horizonte y que pretenden conquistar el altiplano Colmenarejeño.
Por tanto, no sin miedo, decidimos que nos embarcábamos de inmediato para la defensa de las Rozas, antesala del puerto de Galapagar.
Por cierto, que nuestra fuerza no está en el escudo, ni en la lanza. Nuestra fuerza está en la unión, en la formación hombro con hombro con la que nos presentamos en el campo de batalla: 24 sopranos, 22 altos, 4 tenores y 10 bajos, comandados por Enrique el Rozeño.
El camino no ha sido nada fácil, muchas horas de ensayo, muchas horas de estudio y cuando ya parecía todo dominado apareció Don Jaime I, el Buhigas de Pozuelo, que revisó el estado de los espartanos y aun a sabiendas de nuestro deplorable aspecto físico, nos embaucó para aprender nuevos movimientos para la batalla final.
Eso sí, en tres semanas debíamos de parecer auténticos leones y dejar de ser los corderitos con los que se encontró.
De simular batallas en campos de MINECRAFT (el colegio Las Veredas) pasamos a fuego real el 23 de febrero del 2022, donde nos metimos en el maravilloso castillo del auditorio de las Rozas Joaquín Rodrigo.
Fueron tres días de sangre, sudor y lágrimas. Además reales, porque debido a nuestro estado de artistas teatrales vírgenes, el primer día nos hubieran arrasado las hordas Cartagineses seguro. El segundo día habríamos perdido a más de la mitad de los cantantes. Pero por fin el tercero, el sol resplandeció en el auditorio.
Margo, nuestra sargento de Hierro, dejó de emplear el látigo para alabar nuestras excelencias demostrando que su corazón no era un témpano de hielo, sino que también había resquicios de cariño en él.
Y el 26 de febrero del 2022 llegó el momento. Pudimos observar cómo 600 soldados se adentraban en el auditorio y se situaban estratégicamente para bien darnos la gloria y lanzarnos sus aplausos, o bien para darnos “la muerte” con sus “tomates” virtuales.
Empezaron los acordes y todo pasó a la normalidad. Batuta en mano, Enrique el Rozeño nos dirigió magnánimo, desde el frente de la batalla. El coro respondía como por arte de magia a los movimientos que Don Jaime I nos enseñó y que Margo nos incrustó en el cerebro.
Y a partir de ahí la magia llegó, Dido, Belinda, Eneas, La Dama, las hechiceras, las brujas, la orquesta Hippocampus, las bailarinas, el coro, el público.
Todos fuimos uno. Como el árbol de la vida que se nutre de todos y cada una de las 80 personas que estábamos allí. Cada uno éramos una raíz más por donde alimentábamos su enorme tronco… y sencillamente se hizo de día.
El público se quedó embelesado, petrificados en sus asientos sin poder gesticular, embrujados por la magia de ese escenario maravilloso que rebosaba energía por doquier.
Sinceramente y tras mucho meditarlo, si me ha de llegar la muerte, preferiría que fuera así. Con esa quietud que te da estar tumbado en un escenario escuchando esas voces gloriosas.
Hubo momentos que no estuve allí, sino que me trasladé a esos desiertos cartagineses, a sus verdes valles. Y también he de confesar que era yo el que quería quedarse con Dido, y dejar de discutir con ella para así evitar su muerte y poder darle esa vida que ella misma se había negado
Sinceramente, y compartido con mis compañeros de batalla, necesitamos más droga en forma de Ópera ya.
Ha sido un placer veros, sentiros y sobre todo agradaros hasta el infinito y más allá.
Sin más me despido esperando que no pasen centurias antes de volver a veros pisando un escenario.
CUANDO FUIMOS LOS MEJORES
Diego J. Montero
Resulta difícil, casi imposible, glosar en unas cuantas líneas lo que ha supuesto para el Coro de Adultos Las Veredas en general y para mí, en particular, llevar a cabo un proyecto de la envergadura del que sacamos adelante el pasado sábado 26 de febrero en el Teatro Auditorio Joaquín Rodrigo de Las Rozas.
Nada menos que el estreno, y en dos pases consecutivos, de “Dido & Aeneas”, la ópera barroca de Henry Purcell que, de la mano de Enrique Martín, director del Coro, Jaime Buhígas como director escénico y Alberto Martínez, en calidad de director musical, decidieron llevar a cabo una calurosa tarde de verano en 2021. Y para la que decidieron la deliciosa locura de implicarnos.
Una labor elefantiásica, marcada no sólo por el reto musical y escénico que suponía montar un espectáculo así, sino por el hecho de dotar de protagonismo a un coro amateur, pero sobrado de talento y, sobre todo, de valor, tesón y ganas, como es el nuestro. Un reto inimaginable hace apenas un año y al que la inmensa mayoría de sus integrantes nunca se había enfrentado -ni musical ni actoralmente hablando- ni siquiera parecido.
Sin embargo, tras más de seis meses de intensos ensayos musicales, de un durísimo trabajo de preparación escénica, y de horas, muchísimas horas de trabajo dentro y fuera del local, llegó el gran momento del estreno.
Tan sólo nervios, muchos nervios, vértigo por la dimensión del reto que se avecinaba y, sobre todo, la sensación de que todo el trabajo estaba hecho y la suerte, echada.
Pero no hablaré de crítica musical (que para eso ya han hablado otros, como la prestigiosa publicación musical Scherzo, que dejó una muy positiva reseña en su web).
Ni siquiera de técnica vocal o de representación escénica, dado que no soy experto ni en una cosa ni en otra ni me compete hacer este tipo de análisis. Entre otras cosas porque soy “parte interesada” y, además, ni puedo ni quiero ser objetivo en absoluto.
En esta ocasión sólo hablaré de sensaciones, de la pasión por el trabajo y del empeño en sacar el proyecto adelante.
Un proyecto para el que Enrique (nuestro Quique) acompañado de Jaime y Alberto, nos reunió una calurosa tarde de septiembre en nuestro local de ensayo en Colmenarejo para compartir su sueño.
Un sueño para el que nadie estaba preparado en un primer momento pero que, a base de esfuerzo, tesón y ganas de hacer las cosas bien, llegó al mejor puerto y con un enorme éxito, tanto a nivel de taquilla (con sendos llenos prácticamente) como de la propia representación.
Acompañados de un elenco descomunal de grandes intérpretes tanto líricos como solistas y la presencia de la conocida actriz dramática Gonzala M. Scherman, en el papel de La Dama (un personaje añadido por el talento creativo de Jaime Buhígas, que explicaba la obra en una sorprendente primera persona), hay que decir que todo salió a pedir de boca.
Como una maquinaria perfectamente engrasada y con la precisión del mejor reloj suizo, en tres actos, uno a uno fueron transcurriendo los números musicales, desgranando emociones y trasladando la pasión del drama entre la reina de Cartago, Dido, su hermana Belinda y el héroe troyano AEneas, junto a las malvadas Brujas y su conjuro en su siniestra Caverna, hasta llegar al desgraciado final de la obra (porque sí, siento el spoiler, hay tragedia al final).
Un compendio de sensaciones a todos los niveles, tan sublimemente interpretados de principio a fin que incluso hizo que varios de los integrantes del Coro no pudiesen abstraerse a esta espiral de emociones a flor de piel, se viesen atrapados por la magia de la propia obra y acabasen cantando entre lágrimas el maravilloso y sobrecogedor “With Drooping Wings” final, a los pies de la yacente princesa cartaginesa.
Es lo que tiene haber podido disfrutar como espectadores privilegiados de la superlativa interpretación lírica llevada a cabo por Beatriz Oleaga, Víctor Cruz y Manon Chauvin en los papeles protagonistas, y acompañados por Elvira Padrino, Marta Pilar Hernando y Agniezka Grzywacz, como las Brujas.
En definitiva y, por no extenderme demasiado, añadir que después de esta increíble experiencia, este delicioso viaje a lo desconocido, puedo decir sin temor a equivocarme que en nuestro querido Coro de Adultos Las Veredas hoy somos más grandes, más fuertes y sobre todo, mejores. Los mejores.