Reportajes


VISITA CULTURAL

Marzo 2022 / Ángel Amigo

 

 

Con ocasión de la tradicional Semana Cultural, he decidido visitar un edificio antiguo, de esos que dejan ver las piedras y los nervios de sus bóvedas.

 

Y no puedo dejar de fijarme en algo obvio: el peso del edificio, cuanto más alto, más material, y cuanto más material, más peso… y qué curioso, no se cae.

 

No se cae porque el peso se divide. No soy arquitecto, ni mucho menos, pero es evidente que los pesos se redistribuyen.

 

Y pensando en esto me vino una pequeña luz: el peso se divide en la vida.

 

Todos los días experimentamos un peso enorme, pero no todos por igual, porque nuestro lugar es diferente.

 

Como en aquel edificio, cada piedra ocupa su puesto y misteriosamente ninguna piedra se queja y llevan ahí puestas cientos de años y sigue en pie.

 

¿Porqué entonces nosotros no aguantamos?.

 

O bien no repartimos adecuadamente el peso, o a lo mejor no podemos ocupar nuestro lugar, o quizás porque no elegimos correctamente aquellos que deben soportar el peso necesario.

 

Solo cuando vivimos en paz, con tranquilidad, aceptando lo bueno, pero también el peso (que dicho sea de paso no tiene porqué ser algo malo) la vida se lleva con alegría, porque merece la pena vivir en comunión, merece la pena vivir unido a los demás.

 

 

En el trabajo se ve muy bien esto que señalo.

 

Una empresa solo gana dinero y nos puede pagar si cada uno hace lo que debe lo mejor que puede.

 

Cuando algo falla, cuando una piedra falla, todo se derrumba y no queda más que el recuerdo.

 

Y en las familias ocurre exactamente lo mismo, cuando el padre hace de padre, la madre de madre, el hijo de hijo, la familia se sostiene y permanece en unidad.

 

¿Qué ocurre cuando el hijo hace de padre o cuando el padre es un adolescente? pues que la familia se rompe.

 

Necesitamos parar y pensar quién soy yo, cuál es mi lugar, cuáles son mis deberes y mis derechos, quizás incluso (retomando el lenguaje actual) cuáles son mis competencias.

 

Porque solo cuando abracemos nuestra verdad, lo que soy y lo que hago, entenderé cuál es mi lugar y lo que me toca.

 

Sí amigo, lo que me toca. Cuando hacemos todo lo que nos toca, el edificio permanece en pie y no se cae.

 

Cada piedra de aquel edificio hace lo que le toca y solo lo que le toca.

 

Fíjate, no se cae, qué misterio más bonito que podemos llevar a nuestros pensamientos.